Mi sol, mi luna ¿y mis estrellas?

Mi sol, mi luna ¿y mis estrellas?

Lo pensé, realmente lo pensé, 

incluso lo sentí.

Sentí que podías ser mi todo, 

pero me estabas dejando sin nada. 

No me dejabas dormir, 

no podía respirar.

Tenía una lista de inmensos síntomas,

todo por ti. 

Diré que eras mi sol

porque cuando estabas ahí, 

mi rostro se iluminaba.

Y que eras mi luna, 

porque al verte me hipnotizabas. 

Pero ¿y mis estrellas? 

No, no eras mis estrellas.

La parte de mí que aún vivía no iba a permitirlo. 

Por que esa parte de mí ya sabía 

que tampoco eras mi sol, y

mucho menos mi luna 

y no serías mis estrellas.

Te dejé creer que lo eras, 

yo creí que lo eras, 

pero no fue así, nunca fue así.

No puede estar bien algo que te hace mal,

y tú me hacías más mal que bien. 

Era como si el solo hecho de irte,

se llevara el aire contigo.

Y aunque me dejaras el suficiente oxígeno 

para vivir: no podía estar viva.

El día que te fuiste para no volver fue  

cuando el oxigeno se me terminó.

Pero antes de que mis ojos se cerraran, 

en el cielo aún vi la luna y las estrellas.

Ellas no se fueron contigo.

Espere que, al volver a abrir mis ojos,

el sol igual estaba ahí.

Y sorpresa, estaba ahí. 

¿Ahora lo entiendes? Porque yo sí,

Eso significaba una cosa

Tú no eras mi sol, ni mi luna 

y por supuesto que tú no eras mi estrella.

Yo sí. 

Columna desarrollada por estudiantes de la Escuela de Comunicación y Empresas de Entretenimiento de la Universidad Anáhuac Mayab en el marco de la asignatura «Narrativa Literaria».

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