Alejandro Solalinde, un migrante peregrino

Alejandro Solalinde, un migrante peregrino

En marco de la Tercera Jornada de Derechos Humanos, que se llevó a cabo la semana pasada en Mérida, Yucatán, el polémico sacerdote y fundador del albergue para migrantes Hermanos en el Camino, Alejandro Solalinde, presidió varias conferencias.

En éstas, Solalinde no sólo habló de su ya conocida labor por los migrantes, sino que trató el trasfondo histórico, cultural y político de problemas sociales como el racismo, intolerancia, xenofobia, que por más lejanos que parezcan, siguen arraigados a nuestros estilos de vida.

Asimismo, indicó que la base para lograr cualquier tipo de cambio social es la sencillez y la fe, a través de las cuales la sociedad podrá recuperar humanidad y evitará ser arrastrada por la inmediatez de los sistemas en los que vive.

El Altavoz: ¿Qué es eso que lo motiva a defender a los migrantes? ¿Por qué ser su voz ante la sociedad?

Alejandro Solalinde: Bueno, la de ellos y de todos los demás que necesiten defender sus garantías […] ellos son de los grupos más vulnerables y vulnerados, yo no lo sabía hasta que me acerqué a ellos en un acto de asistencia a darles comida, agua y de repente descubrí todo un mundo. Hay muchas preguntas que me hice como, por ejemplo, ¿por qué pasa?, ¿por qué salen?, ¿cómo salen?, ¿cómo pasan?, ¿a dónde van?, ¿por qué van? Y luego a los lugares de destino: si los reciben o no, y por qué sí o por qué no y preguntarme a nivel global ¿por qué hay 240 millones de seres en movimiento? Y ¿qué tiene que ver el sistema neoliberal capitalista?, ¿qué está haciendo el gobierno, la Iglesia? ¿Por qué unos sí actúan y otros no? Yo comencé en el 2005. En 2006, me la pase observando, investigando, acompañándolos en los trenes y entonces me quedó claro lo que pasaba. En 2007, yo descubro a los migrantes. Me queda claro cuando tengo el sexto masivo secuestro de migrantes.

Años más tarde, yo descubro que casi no se sabía mucho de ellos, que estaba todo invisible. No se sabía por qué los atacaban, quién los atacaba o cómo se dio una evolución negativa hacia la forma negativa de explotar a los migrantes. Todo eso fue para mí un gran descubrimiento. Analizar cuál es el papel de Dios y cuál ha sido el espíritu de estos migrantes. Todo esto me hizo volverme más radical, en el sentido no extremista sino del latín “radiche” que significa raíces, de ser más profundo. Me volví más creyente, quizá menos religioso, menos practicante, pero más comprometido con la persona de Jesús, de su reino. Eso es lo que me mueve, el amor a Jesús, el creer en su reino, el tener la convicción de ayudar a los más vulnerados y a las víctimas de nuestro egoísmo actual y del sistema capitalista. Eso me ha movido.

EA: ¿Cree que la imagen que presentan los medios de comunicación, tanto impresos como audiovisuales, sobre los migrantes se apega a lo que usted ha confirmado que son?

AS: No, claro que no. Yo creo que en la prensa hay de todo. Hay una prensa «chayotera» que está vendida, que está amaizada y esos ni siquiera merecen consideración. Pero hay otros que están luchando realmente por presentar lo más cercano a la verdad, aunque están cuestionados y amenazados.  Hay otros que son periodistas valientes, de investigación, que se arriesgan, que van no a sacar la nota sino a buscar información sensible y peligrosa para cambiar las consciencias. Esos periodistas se están dando gracias a Dios. Contamos con ellos para hacer trabajos serios que reflejen lo que está pasando, que alimentan la consciencia de quien quiere ver y poder así cambiar también. En lo personal, como el Padre Alejandro Solalinde, la gente ha sido muy solidaria. Cuando han estado muy presionada por el sistema, lo que han hecho es omitirme, vetarme pues, como el caso de Televisa o Tv Azteca. Pero eso ya no me importa porque las dos ya dejaron de ser importantes para la comunicación, han pasado a segundo término. En cambio, las redes sociales son las que están moviendo la información pues ahí la gente está compartiendo información e interactuando conmigo. La prensa también contribuye al «Alejandro mediático» que soy yo. Quiero decirle que yo soy una persona que busca la privacía, no me entusiasma la fama, para mí no tiene sentido, porque soy consciente que todos somos iguales, aunque diferentes. Cuando yo me llegara a sentir superior tan solo por la fama, estaría  matando mi relación de fe, de hermanos. Para mí, lo más hermoso es no sólo sentirme igual, sino como su servidor, pues es esto lo que Jesús nos pide.

EA: Justo ahora que menciona la vulnerabilidad del migrante, ¿por qué considera que la sociedad, en este caso México, no se involucra en el tema migratorio o simplemente en el problema que sufre el migrante?

AL: Una parte de México sí lo hace. Una parte de la iglesia sí se involucra, al igual que algunos funcionarios públicos, y aunque no lo crea, algunos agentes de migración también. Lo que pasa es que todo esto nos sorprende en un momento de crisis personal, cultural, colectiva y generalizada en donde la persona que se encuentra dentro de la ola gigantesca no tiene tiempo, objetividad ni paz para pensar en muchas cosas. Entonces, aunque está ayudando, no alcanza a entender el fenómeno de la migración, todavía ve al migrante con ojos mezquinos y se queda en la propaganda capitalista que dice que «son los que vienen a quitarnos el trabajo, los que vienen a irrumpir con nuestras costumbres, un peligro» o no sé qué.

Nos falta ver con los ojos de la fe para entender que son nuestros hermanos que vienen con una riqueza enorme tanto cultural como espiritual. En ese sentido, a mí me mueve mucho eso y he aprendido mucho. Ellos me han formado, me han evangelizado. Han dado propiamente la identidad de quién soy ahora.

EA: Hoy 2016, con esta visión que tiene de conocer a los migrantes y compartir con ellos gran parte de su vida, ¿qué podemos hacer en Mérida o en la CDMX como jóvenes para generar este cambio?

AS: No hay cambio sin justicia y no hay cambio sin conciencia. Para poder generar cambios necesitamos regresar a nuestra historia en todos los niveles, a la historia de aquí de Yucatán. Una historia que tiene que entender lucha de la colonia, la lucha de los indígenas y cómo ellos tuvieron que reventar y luchar por tanta discriminación y racismo.

Ya no está la colonia ni los indios, pero Mérida está dividido. En el norte hay un Mérida completamente diferente al del sur. Esto nos debe de cuestionar. Tenemos que recuperar nuestras raíces indígenas, nuestra cultura. Yo soy mestizo y no puedo negarlo, mi piel me lo dice, pero mi alma se identifica más con los pueblos nativo originales que con los europeos. No niego mi raíces europeas, pero mi alma es indígena, es local. Soy mestizo, ésa es mi identidad. La gente de aquí tiene que analizar todo esto, tienen que ver su historia, ver el por qué de esta situación del norte y sur de Mérida. Si no entienden su pasado, tampoco van a poder forjar un nuevo presente. Tenemos que saber el pasado para construir un presente, porque si no hay presente, tampoco futuro. Los jóvenes tienen que hacerlo sobretodo, crear esa consciencia. Aquí, gracias a Dios, hay grupos indígenas mayas que se resisten. Aunque su alma indígena esta siendo avasallada, confrontada y atacada por los poderes mestizos, por los poderes blancos.

EA: El blanqueamiento, le dicen…

AS: Exacto, se está dando el blanqueamiento de los poderes y recursos.  No tenemos que exterminar a nadie, tenemos que entendernos y conocernos, así como la manera de entender a los migrantes y saber la misión que traen. Afortunadamente, conservamos grupos con alma indígena aquí, aunque es negada por quienes ven en ellos un reducto de lo que ya debe acabarse, pues consideran  que están estorbando el progreso. Esta visión capitalista, cerrada, miopes es errónea. Si supieran que los grupos indígenas dan una enorme sabiduría a la vida y a la espiritualidad, se preocuparían por preservarlos con el amor de una madre y no como un artículo de venta.

EA: Finalmente ¿Alejandro Solalinde se considera migrante?

AS: Sí, claro, totalmente. Yo soy migrante, soy migrante existencialmente, soy un migrante teológico y uno real. Yo nací en Texcoco, me crié en la Ciudad de México, me mudé a Oaxaca y ando por todo el mundo. Además, no solo me considero migrante, también me considero un indigente existencialmente porque todos los días necesito de  Dios, así como necesito del aire, del agua, del amor de mis hermanos, de una casa que me brindan ellos. Yo no tengo propiedad ni casas, pero soy un hombre muy rico, me ofrecen tanto cariño que no necesito más. Por eso soy el hombre mas rico del mundo y sí soy migrante. Tengo plena consciencia de que a mis 71 años, aunque todavía me siento «chavo», sé que estoy peregrinando y me encanta decir que soy migrante peregrino. Peregrino tiene un sentido de fe. Soy parte de esa procesión humana que camina hacia Dios, hacia nuestro destino final que no es la muerte sino la vida. Me entusiasma mucho y no le tengo miedo a la muerte.

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